Por Jenny Lopez Lowe
“Entonces Jacob se enojó, y riñó con Labán; y respondió Jacob y dijo a Labán: ¿Qué transgresión es la mía? ¿Cuál es mi pecado, para que con tanto ardor hayas venido en mi persecución? Pues que has buscado en todas mis cosas, ¿qué has hallado de todos los enseres de tu casa? Ponlo aquí delante de mis hermanos y de los tuyos, y juzguen entre nosotros. Estos veinte años he estado contigo; tus ovejas y tus cabras nunca abortaron, ni yo comí carnero de tus ovejas. Nunca te traje lo arrebatado por las fieras: yo pagaba el daño; lo hurtado así de día como de noche, a mí me lo cobrabas. De día me consumía el calor, y de noche la helada, y el sueño huía de mis ojos. Así he estado veinte años en tu casa; catorce años te serví por tus dos hijas, y seis años por tu ganado, y has cambiado mi salario diez veces. Si el Dios de mi padre, Dios de Abraham y temor de Isaac, no estuviera conmigo, de cierto me enviarías ahora con las manos vacías; pero Dios vio mi aflicción y el trabajo de mis manos, y te reprendió anoche.” Genesis 31:38-42
Este dialogo entre Jacób y Labán es impresionante, nos revela información exclusica y sobretodo nos transmite fortaleza. La historia de Jacob es muy conocida, pero este pasaje nos ilustra los 20 años de la vida de Jacob. Durante esas dos decadas Jacob vivió como extranjero, trabajando para su suegro. Lo impresionante de este relato es que nos brinda detalles que no leemos en el capitulo anterior, donde el escritor de Genesis narra la vida de Jacob. Por medio de este relato conocemos a Jacob como extranjero, hombre esforzado trabajador, cuyo esfuerzo hace prosperar a otros. A cuantas personas conocemos con historias similares? Extranjeros, trabajando bajo circumstancias no deseables…etc. Lo extraordinario de esta historia es que Jacob nunca perdió su objetivo. Ni aun 20 años en tierra extranjera le robaron su identidad ni su propósito: La bendición que su Padre Isaac había depositado en el. En otras palabras Jacob no abandonó las palabras habladas por Isaac, de que Canaan seria de el. Jacob no se olvida que su estadía en la tierra de Labán era temporal. Su meta de regresar a la casa de su padre, era su identidad y su valor. Esto es algo que debemos apreciar y asimilar. Nosotras mismas podemos haber vivido 20 años de nuestras vidas en tierras lejana, en situaciones no deseables. En hecho, pareciera que lo que un día fue un sueño ardiente o un anhelo, en el transcurrir de los años se han desvanecido hasta dejarnos sin proposito propio.
Amada amiga, es tiempo de ver hacia adentro, remover los escombros y avivar esas llamas que un dia ardieron en tu espiritu. Nuestro Padre celestial, el mismo Dios de Jacob, no ha olvidado lo que un día deposito en tu vida. Cada mañana que abres tus ojos es una oportunidad de retomar la riendas de tu destino. No es tarde.
OREMOS:
Padre gracias por ser el mismo ayer, hoy y por los siglos. Gracias por la fidelidad en tu palabra y tus promesas a mi vida. Hoy tomo el tiempo para recordar tus Palabras, reclamar mi identidad y abrir paso a mi futuro. En tu nombre Jesus gracias por regresarle el proposito a mi vida. Amen.