EL PERDÓN, LIBERA TU ALMA

El Perdón te liberta, Mujer.

La base fundamental del perdón se encuentra en el sacrificio de Cristo en la cruz. Todo el perdón, tanto divino como humano tiene como base este sacrificio.

Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mi mismo, y no me acordaré de tus pecados. Isaias 43:25.

Porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados. Mateo 26:28.

Lo que Dios hizo con nuestros pecados fue quitarlos de sobre nuestra persona y depositarlos en la persona de Cristo, donde fueron redimidos; el castigo y la justicia se cumplieron fue sobre nuestro Señor Jesucristo y nosotros como pecadores quedamos libre del pecado y de la culpa, por tanto, también del castigo.

Dios cumple su justicia una sola vez, por eso es que él olvida el pecado y no inculpa más al pecador.

El perdón y el pecado están íntimamente relacionados, si no hay pecado no hay motivo para el perdón y viceversa. No es ligero el pecado, esto implica también que el acto del perdón no es algo sin importancia, como muchos a veces lo tratamos, el perdón es un acto inspirado por Dios y cada mujer creyente debe tomar el acto del perdón tan serio como Dios lo toma hasta la fecha, tanto si está del lado ofensor o del lado del ofendido.

Veamos un texto que nos enseña lo que necesitamos para perdonar:

Mateo 18:21-35

Entonces se le acercó Pedro y le dijo: Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete. Por lo cual el reino de los cielos es semejante a un rey que quiso hacer cuentas con sus siervos. Y comenzando a hacer cuentas, le fue presentado uno que le debía diez mil talentos. A este, como no pudo pagar, ordenó su señor venderle, y a su mujer e hijos, y todo lo que tenía, para que se le pagase la deuda. Entonces aquel siervo, postrado, le suplicaba, diciendo: Señor, ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. El señor de aquel siervo, movido a misericordia, le soltó y le perdonó la deuda. Pero saliendo aquel siervo, halló a uno de sus consiervos, que le debía cien denarios; y asiendo de él, le ahogaba, diciendo: Págame lo que me debes. Entonces su consiervo, postrándose a sus pies, le rogaba diciendo: Ten paciencia conmigo, y yo te lo pagaré todo. Más él no quiso, sino fue y le echó en la cárcel, hasta que pagase la deuda. Viendo sus consiervos lo que pasaba, se entristecieron mucho, y fueron y refirieron a su señor todo lo que había pasado. Entonces llamándole su señor, le dijo: Siervo malvado, toda aquella deuda te perdoné, porque me rogaste. ¿No debías tú también tener misericordia de tu consiervo, como yo tuve misericordia de ti? Entonces su señor, enojado, les entregó a los verdugos, hasta que pagase todo lo que debía. Así también mi Padre celestial hará con vosotros si no perdonáis de todo corazón cada uno a su hermano sus ofensas.

En este pasaje hay dos palabras claves que encierran el secreto de ser libres de heridas y amargura.

Primero: Él amó liberó al siervo. Este vocablo en el texto original significa “soltar”, “descargar a alguien de algo”. Tiene la connotación de liberar a un prisionero de sus cadenas. El amo en la parábola “liberó” al siervo de su deuda.

Segundo: Él amó le “perdonó la deuda”. Una cosa es conformarse o resignarse uno mismo a perder semejante suma de dinero, pero otra es tener la actitud correcta hacia la persona causante de la pérdida. El amo no guardó resentimiento hacia su siervo. No solamente lo liberó de la deuda, tampoco guardó nada en su contra.

Así, tenemos aquí dos pasos para despojarnos de heridas y amargura. Primero, perdona a todo lo que la persona te deba. Segundo, suelta a la persona de toda obligación hacia ti.

Oración: Señor Jesucristo, quiero ser libre de toda falta de perdón, perdono aquellos que me han daño moral, emocional, espiritual y físicamente; libera mi alma de toda raíz de dolor, amargura, tristeza, odio, resentimiento, culpabilidad, frustración,  enfermedad que haya venido a mi vida. Espíritu Santo ayúdame a ser una mujer nueva, libre de toda atadura del pasado; limpia mi mente y mi corazón con tu sangre Señor Jesucristo. En el nombre del Padre, Hijo y el Espíritu Santo. Amén.

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